Muchas veces ocurre que hemos calentado nuestro horno “a tope” porque hemos tenido que cocinar una abundante cantidad de comida, especialmente cuando se trata de asados (cordero o cochinillo) para un número importante de comensales.
Ocurre que cuando la comida está hecha, nos damos cuenta de que el horno se ha quedado con una temperatura ideal(en torno a los 200º), y que, por las especiales condiciones refractarias del barro de Pereruela, esta temperatura se va a quedar ahí durante gran cantidad de tiempo.
¡Este es el momento de cocinar la comida del día siguiente!
Hemos previsto esta circunstancia, y tenemos preparada nuestra olla (del mismo barro refractario), la cual hemos hidratado previamente, como os indico en la entrada correspondiente, y en la que hemos dispuesto el guiso elegido (cocido, puchero, caldo, lentejas, carne mechada …)
Introducimos la olla dentro del horno, cerramos bien la puerta y el tiro y … ¡hasta mañana!
Al día siguiente tendremos preparado y hasta calentito nuestro guiso preferido.